miércoles, 7 de marzo de 2012

La ciudad universitaria: espacio simbólico

El próximo lunes 12 de marzo de 2012, a las 19.30, impartiré en el Colegio Mayor Guadalupe (Avda. de Séneca, Ciudad Universitaria, junto al rectorado de la Complutense) una charla titulada "Grandes curiosidades y pequeños secretos de la Ciudad Universitaria: el pasado presente". Este es el resumen de lo que será un recorrido por el tiempo y el espacio. Es realmente difícil reconocer hoy día este paisaje idílico del Guadarrama desde la finca de Moncloa, tal como nos lo muestra el pintor Aureliano Beruete, pero el mito sigue palpitante bajo nuestra palabra. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
Esta charla pretende, ante todo, sugerir un paseo imaginario por la Ciudad Universitaria y, en especial, una de las universidades que en ella se alojan, la Complutense. Nuestro recorrido trata de unir una serie de puntos prácticamente invisibles para la mayoría de los que se relacionan cotidianamente con el Campus de Moncloa. El recinto de la Ciudad Universitaria se diseñó para dotar de un lugar simbólico a una centenaria institución en cuyo escudo aparece representado un bello cisne. Este cisne nos reporta directamente a la época de los humanistas, dado que hace referencia al gran promotor de la Universidad Complutense, inicialmente situada en lo que otrora fue la ciudad romana de Complutum. Pero la modernidad del campus de Moncloa también esconde una antigüedad presente. Para empezar, cabe preguntarse acerca de lo que es un “campus”, algo que nos remontará a las universidades de Nueva Inglaterra, que reconvirtieron los claustros medievales de Cambridge y Oxford, venerables cuadrángulos, en nuevos espacios abiertos al futuro. Precisamente, y no por casualidad, nuestra Ciudad Universitaria cuenta con varios de ellos, de entre los que sobresale el de la Facultad de Medicina, cuya estatua del portador de la antorcha simboliza como pocas el sentido de la tradición cultural y científica. También cabe señalar el que hubiera sido el cuadrángulo más espectacular de todos, el del paraninfo, proyectado inicialmente como una catedral gótica que nunca se llevó a cabo. La catedral gótica simbolizaba el origen medieval de las universidades, como las de Bolonia o París. Pero, antes de proseguir, cabe preguntarse qué es un “paraninfo” y por qué se llama de esta forma, lo que nos llevará hasta el viejo edificio la Calle de San Bernardo, levantado donde en otro tiempo estuvo el Noviciado de los jesuitas. Una inscripción latina, dedicada a la reina Isabel II, nos sorprende al entrar en aquel venerable recinto, y esto traza ahora una nueva ruta por las inscripciones latinas, que nos lleva al así llamado “Arco de la victoria” de Moncloa, donde anacrónicos ecos imperiales y virgilianos han enmudecido ante el ruido de los miles de vehículos que pasan a diario. Este inscripción habla de las armas vencedoras, y meditaremos sobre la inscripción invisible que nos habla sobre las armas vencidas. Otra inscripción, aun menos visible, en la Facultad de Filología, nos vuelve a recordar aquellos tiempos bélicos en que este edificio se convirtió en terrible campo de batalla. Mucho más luminosa, la vidriera de las humanidades vuelve a brillar en el vestíbulo racionalista y art decó del edificio, y ya de vuelta a la plaza, o al cuadrángulo, otra inscripción, ahora escrita en lengua española, nos trae viejos resabios latinos: “Para el éxito sobra el talento, para la felicidad ni basta”. Camilo José Cela expresa así, casi como un nuevo Quevedo, sus reflexiones vitales para los jóvenes que vienen a “llevarse la vida por delante”, como nos recuerda el poeta Francisco Brines en la estación de metro de Ciudad Universitaria. Estos lugares, que fueron míticos, tienen por sí mismos una larga historia. El recinto de la Ciudad Universitaria alberga aún una vieja senda que partía desde Madrid para unirse, ya en Fuencarral, al camino de Santiago. Se trata de la llamada Senda Real, donde hoy día podemos admirar aún la inteligente ingeniería de las estaciones tranviarias que otrora trajeron desde Madrid a estudiantes y curiosos. Y curiosos paseantes es lo que pretendo, en definitiva, que seamos con este paseo sutil y misceláneo. El tiempo propicio de la tarde nos hará evocar, finalmente, la sombra de las grandes montañas, a lo lejos, las del Guadarrama, y acaso pensaremos que este lugar nunca existió. Es lo que ocurre con los espacios simbólicos. FRANCISCO GARCÍA JURADO