sábado, 5 de febrero de 2011

BORGES Y LAS IMPROBABLES VIDAS IMAGINARIAS DE AUTORES LATINOS

Con motivo de la publicación de la “Biblioteca Personal Jorge Luis Borges”, en 1987, Borges hace una declaración esencial en el prólogo correspondiente a las "Vidas imaginarias" de Marcel Schwob: "Hacia 1935 escribí un libro candoroso que se llamaba Historia universal de la infamia. Una de sus muchas fuentes, no señalada aún por la crítica, fue ese libro de Schwob" (OC 4: 486). Ahora que estoy leyendo "Albucius", de Pascal Quignard, y que veo cuánto de Schwob hay en esta recreación ficticia de la vida de Gayo Albucio Silo, he vuelto a prenguntarme sobre las sutiles razones por las que Borges no recreó, al menos de manera aparente, vida alguna de autores latinos en su "Historia universal de la infamia". POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE.
A propósito de la declaración de Borges acerca del libro de Schwob como una de sus fuentes fundamentales es oportuno, lo primero de todo analizar el uso de la palabra "fuente" que hace en este caso, y creemos que no sin ironía. Para ello, debemos recurrir a su ensayo titulado “Kafka y sus precursores” (Otras inquisiciones, en OC 2: 88-90), donde observa cómo Kafka ha realzado una serie de textos anteriores al convertirlos en sus precursores. El método de Borges es muy intuitivo, ya que busca meros ecos en la lectura de los autores previos que le recuerden a Kafka. Por lo demás, Borges traza una novedosa interpretación de la tradición al hacer que el autor posterior sea, precisamente, el que confiera sentido y unidad al conjunto heterogéneo de sus precedentes:

"Si no me equivoco, las heterogéneas piezas que he enumerado se parecen a Kafka; si no me equivoco, no todas se parecen entre sí. Este último hecho es el más significativo. En cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir, no existiría" (OC 2: 89)

Ha de apreciarse, en definitiva, la estudiada imprecisión y el carácter propiamente hermenéutico y no positivo de la búsqueda de tales fuentes, dado que es, en todo caso, el autor posterior el que les confiere unidad . La idea de que los textos modernos subvierten la tradición está, por lo demás, muy cercana a los presupuestos de T. S. Eliot al respecto , como el propio Borges reconoce:

"El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar al futuro" (OC 2: 90)

En definitiva, cuando Schwob es elegido por Borges como su precursor, se hace ya muy difícil leer al autor francés sin el fenómeno de recuperación e incluso de relectura que el autor argentino hace de él, dado que Schwob ha pasado a ser parte de su propio universo literario. De esta forma, por paradójico o anacrónico que parezca, un estudio de la tradición de Schwob en autores posteriores va a tener normalmente como punto de partida a Borges, sobre todo en su faceta de lector de Schwob.
Desde esta perspectiva, vamos a valorar cuidadosamente un hecho ya antes mencionado que nos ha parecido desde hace tiempo muy curioso: la circunstancia de que Borges no incorpore en su "Historia universal de la infamia" autores clásicos, en especial latinos, a pesar de su declarada pasión por algunos de ellos, como es el caso de Virgilio o Tácito. Podemos pensar que tal inclusión hubiera supuesto una servidumbre de estilo con respecto a Schwob, sobre todo cuando, como hemos visto, el uso de los textos latinos es tan significativo. Hemos comprobado, sin embargo, que los textos latinos que recoge Schwob no pasaron desapercibidos para Borges. Desde 1996 contamos, gracias a la labor de recopilación de Irma Zangara, con datos esenciales para valorar la importancia que Borges pudo conceder a las vidas imaginarias de tema latino. Esto nos lo proporciona la revisión de los textos que publicó entre 1933 y 1934 en la "Revista Multicolor de los sábados", al mismo tiempo que aparecen buena parte de las narraciones que luego compondrán la "Historia universal de la infamia". Debemos partir de un dato esencial: tanto los relatos de la "Historia universal de la infamia" como las traducciones que Borges hace de Schwob aparecen circunscritas en un periodo de tiempo muy definido (entre los años 1933 y 1934) y en una publicación periódica concreta, la "Revista Multicolor de los Sábados". Si analizamos tales biografías con los parámetros que aplicábamos a Schwob, observamos que son más extensas, que el tono se aleja de la estética simbolista y que no hay una presencia tan explícita de elementos propiamente metaliterarios. Sin embargo, a la vez que aparecen diversos relatos para su "Historia universal de la infamia", Borges traduce para esta revista cinco de las vidas imaginarias de Schwob, y es significativo que dos de ellas sean de tema latino (“Séptima” y “Petronio”) y una de tema griego (“Eróstrato”):

"La muerta que escuchó la queja de la hermana enamorada" (nº 21 30/12/33)
"El incendiario" (nº 25 27/1/34)
"Petronio no se abrió las venas" (nº 32 24/3/34)

Asimismo, hay que observar que se han modificado los enigmáticos títulos dados por Schwob, probablemente debido a razones propias del nuevo contexto periodístico en el que se van a publicar las traducciones. Por su parte, en la elección de la vida de Petronio, además del guiño que hace Schwob de desmentir a uno de los autores latinos preferidos por Borges, Tácito, pudo haber otro factor más inmediato que señalaremos a continuación.
A las publicaciones relacionadas con Borges en la "Revista Multicolor" debemos añadir otras de filiación o autoría más dudosa, como son las cuatro prosas dedicadas a aspectos de la historia de Roma firmadas con el nombre de José Tuntar:

"El lento suicidio de Diocleciano" (nº 4, 2/9/33)
"Ovidio en el país de las flechas" (nº 9, 7/10/33)
"Espías en la Roma imperial" (nº 15, 18/11/33)
"Las grandes orgías romanas" (nº 30, 3/3/34).

De estos cuatro ensayos ambientados en el mundo romano, dos, el segundo y el cuarto, están dedicados expresamente a aspectos relativos a la historia literaria latina: el exilio de Ovidio y el Satiricón de Petronio. Los ensayos están, ciertamente, muy lejos de ser vidas imaginarias -Irma Zangara los considera muy atinadamente como "la otra cara de la Historia universal de la infamia"- a lo que hay que unir los problemas de autoría ("Revista Multicolor" 2: 72). No obstante, resulta significativo que el ensayo dedicado a Petronio se publique el día tres del mismo mes de marzo de 1934 en que aparecerá, asimismo, la traducción de la vida imaginaria de Petronio (24 de marzo). En cierto sentido, uno y otro, el relato de Tuntar y el de Schwob, configuran una interesante contraposición entre la historia oficial de la muerte de Petronio, calificada como una de las muertes más hermosas de la Antigüedad, y la versión imaginaria, según la cual Petronio no murió. A esta cuestión biográfica de Petronio se une, además, la del exilio de Ovidio y sus causas: otra de las cuestiones más conocidas de la historiografía literaria romana a la que volveremos al tratar sobre el sueño de Ovidio escrito por Antonio Tabucchi.
De esta forma, si bien Borges tiene mucho cuidado de no dejar huellas positivas de la fuente de Schwob en sus biografías de la Historia universal de la infamia, a lo que responde, entre otras cosas, la ausencia absoluta de cualquier vida de autor literario, sí observamos que se fijó y hasta tradujo las vidas de Séptima y Petronio. La vida imaginaria de Petronio, que Borges traduce y a la que cambia el título original, debió de aparecer, por otra parte, como contrapunto de la “vida oficial” que recrea José Tuntal. No en vano, se trata de dos versiones del final de una misma vida contadas por dos autores dilectos para Borges: Schwob y Tácito.
FRANCISCO GARCÍA JURADO

miércoles, 2 de febrero de 2011

POLÍTICA COGNITIVA: O CÓMO LAS METÁFORAS CREAN PARADOS

Ni me gustan los políticos ni creo en lo que hacen. Sin embargo, cuando veo el desastre al que estamos llegando y que nadie se siente responsable de ello, es momento de que, al menos, no nos quedemos mudos, en especial si tenemos algo interesante que contar. Hace unos años supe que un reputado lingüista estadounidense, George Lakoff, estaba asesorando a ciertos políticos "progresistas" (entiéndase eso "grosso modo") para poder ganar sus campañas. Desde los presupuestos de la lingüística que él desarrolla, la cognitiva, podemos decir no es tan importante lo que haces, sino cómo te vean o, mejor dicho, cómo te hagas ver. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO
Antes de que la lingüística cognitiva se convirtiera en una secta académica más, de tantas que pululan en las universidades, me sentí fascinado por ella. De hecho, hasta la apliqué a algunos de mis estudios semánticos, en particular a ver cómo se articulaba, por ejemplo, la idea de "problema" (http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1224190). George Lakoff, escindido, a su vez, de las sectas chomskianas, publicó un par de libros realmente deslumbrantes durante los años 80: "Women, fire and dangeours things" y "Metaphors we live by". En ambas obras podíamos asistir al nacimiento de una nueva corriente lingüística que sostenía el principio de que TODO NUESTRO PENSAMIENTO ESTABA BASADO EN METÁFORAS. No se trataba de metáforas literarias, sino en traslaciones de sentido imprescindibles para que nuestros conceptos se forjen, transformando la realidad en imágenes mentales y abstracciones visuales. De esta forma, yo puedo entender que UN PROBLEMA ES UN RECINTO CERRADO, y que LA SALIDA ES LA SOLUCIÓN. El proceso conlleva el principio de que nosostros reelaboramos los estímulos del mundo sensible para poder asumirlos de la mejor manera posible. De esta forma, nuestro cerebro no estaría diseñado tanto para entender el mundo como para sobrevivir en él. Asimismo, nuestras metáforas se basan, entre otras muchas cosas, en ESQUEMAS DE IMAGEN, de manera que lo bueno suele estar en lugares superiores y lo malo en espacios mentales ínfimos. Llamar "depresión" a una enfermedad mental concreta o, en sentido lato, a un estado de ánimo triste, no es más que situar esta realidad psicológica en un espacio mental dado. Pues bien, tales principios, que configuran nuestro lenguaje y pensamiento, y que suponen, por así decirlo, un mal menor para nuestro cerebro, se han convertido en armas implacables para los políticos, que intentan ocultarnos la desastrosa realidad a la que ellos mismos han contruido mediante hábiles metáforas. De igual manera que el "sindrome de Estocolmo" no es más que una forma de procesar erróneamente la relación con nuestro secuestrador, convirtiéndolo de verdugo en santo (pues nuestro cerebro, repetimos, no necesita analizar la situación friamente, sino sobrevivir), algunos de nuestros políticos, culpables con su inepcia de lo que estamos viviendo, se hacen pasar por mártires de la causa. Lakoff les ha adoctrinado muy bien: "no es lo que hagáis, sino cómo os hagáis ver ante vuestros votantes". La política no es tanto actuar de una u otra manera, sino crear los espacios mentales oportunos en los votantes mediante metáforas y esquemas mentales. El asunto cada vez está yendo más lejos, sobre todo cuando el otro día oigo cómo uno de nuestros gobernantes dice a los suyos que no HABLEN del partido o de su sucesión, que HABLEN de España. Incido en el verbo HABLAR, pues este político no se da cuenta de que al decir esto sigue empeñado en su POLÍTICA NOMINAL, COGNITIVA, O DE FICCIÓN. Las medidas económicas más cabales que ha podido tomar durante estos meses le han sido dictadas por la UE, y no son suyas, pero él quiere que los votantes las sitúen como "castigos" que se nos imponen, más bien, que le imponen a él, que no es más que una víctima. En resumen, el planteamiento cognitivo que se quiere hacer ver podría resumirse mediante la metáfora siguiente: EL PRESIDENTE ES UN MÁRTIR. EL PRESIDENTE ES BUENO, PERO LOS MALOS NO LE DEJAN SERLO. Cuando los problemas económicos llegaban, hace unos años, se creaban metáforas tranquilizadoras, evitando nombres fatídicos como "crisis". Es como si a un enfermo de pulmonía el médico pretendiera curarlo creando en él la idea de que sólo es un catarro. George Lakoff decía en uno de sus afamados libros que las metáforas podían matar, refiriéndose precisamente a la Guerra de Irak. Ahora tengo que darle la enhorabuena, pues gracias a su asesoramiento vemos que las metáforas pueden crear millones de parados (cuando la "crisis" no se llamó crisis, o cuando se hablaba de "brotes verdes") e incluso dar al traste con una generación de españoles. Enhorabuena, profesor.
FRANCISCO GARCÍA JURADO, AUTOR DE VARIOS TRABAJOS SOBRE LINGÜÍSTICA COGNITIVA.

martes, 1 de febrero de 2011

CONVERSACIÓN POSIBLE CON OTROS AUTORES: DIÁLOGO O ENCUENTRO COMPLEJO.

Cerramos hoy estas reflexiones acerca de la oralidad de la escritura, que han venido estimuladas, por cierto, con algunos comentarios tan interesantes como los de Ramiro Pérez. A menudo, los comentarios son más interesantes que el texto en sí que los ha motivado, pero esto supone, asimismo, un emotivo elogio. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE.
Tanto la obra de Gelio como la de Montaigne suponen lecturas previas con las que se entabla un diálogo metaliterario que va más allá del tiempo. Gelio lo hace con Platón, Virgilio, Séneca o Plutarco, y Montaigne, años más tarde, lo hará incluso con el mismo Gelio. Álvaro Muñoz Robledano nos ofrece algunas claves de este diálogo en su introducción a Montaigne:

"José María Valverde aventuró una de las hipótesis más fascinantes que he hallado acerca de los Ensayos; según el maestro, el objeto de la magna obra de Montaigne no sería otro sino continuar el diálogo con La Boétie que la muerte, con tanta inoportunidad como mal talante, interrumpió. La escritura se adecuaría como única respuesta posible a las palabras del amigo, palabras escritas al fin y al cabo."

La conversación con otros autores quedaría plasmada, según Burke, en la polifonía que constituyen las citas ajenas. Precisamente, tales citas pueden volverse en “provisiones” para la memoria, según Gelio:

"Hemos hecho uso del mismo orden fortuito que ya antes habíamos seguido al recopilar los datos. De hecho, siempre que caía en mis manos algún libro griego o latino, o cuando tenía la oportunidad de escuchar algo digno de ser recordado, todo cuanto me era grato, del tipo que fuera, lo anotaba de forma desordenada y en mescolanza, y estas cosas las guardaba como apoyo de mi memoria, a la manera de provisiones para mis escritos, a fin de que, llegada la necesidad de recurrir a un asunto o palabra que había olvidado en ese momento, y a falta de los libros que me habían servido de fuente, fueran fáciles de encontrar y de extraer."

La cita se convierte en recuerdo de una lectura, de la misma forma que la anotación (“escritura-inscripción”, según Dupont) es recuerdo de un testimonio oral. A este asunto de sus fuentes orales de información vuelve Gelio en otros pasajes, como cuando nos habla de cómo se dio prisa en apuntar todo cuanto su maestro Favorino había dicho contra los astrólogos:

"No puedo decir si era para ejercer o hacer ostentación de su ingenio, o si acaso estimaba aquello como digno de ser juzgado con seriedad. En todo caso, nada más salir de allí me apresuré a anotar cuanto pude recordar de las cuestiones y argumentos fundamentales que desarrolló."

Al asunto de la memoria vuelve Montaigne cuando nos habla precisamente de los libros:

"Y si soy hombre de ciertos estudios, soy hombre de memoria nula.
Así, no garantizo certeza alguna, si no es la de dar a conocer hasta qué punto llega en estos momentos el conocimiento que tengo. Que no se fijen en las materias, sino en la forma que les doy.
Que vean, por lo que tomo prestado, si he sabido elegir con qué realzar mi tema. Pues hago que otros digan lo que yo no puedo decir tan bien, ya sea por la pobreza de mi lenguaje, ya por la pobreza de mi juicio. No cuento mis préstamos, lo peso."

La nota “inscribe” o recrea retazos de la charla, pero la cita no sólo transcribe, sino que es capaz de crear un diálogo dentro de la propia escritura. Ese diálogo que se mantiene a través del uso de citas y textos ajenos transciende aún más el tiempo y llega hasta el propio siglo XX, que es cuando encontramos una sorprendente cita de Gelio en la novela miscelánea por excelencia: Rayuela, de Julio Cortázar .

Unas conclusiones a todo lo escrito hasta aquí

Ambos autores, Gelio y Montaigne, tienen en la conversación el paradigma del aprendizaje y de su propia escritura. Por ello, tratan de recrear en un medio escrito contextos propios de una conversación, bien a manera de evocación de lo vivido, dejando por escrito sus recuerdos, bien mediante un ejercicio simulado de conversación con sus lectores (a partir de la representación de sus propias personas y del uso de una prosa miscelánea, que confiere al lector la libertad de emprender su lectura en cualquier lugar de la obra), o como diálogo con otros autores, gracias al recurso dinámico de la cita ajena. Tales aspectos se convierten en partes inherentes que articulan la capacidad comunicativa de la obra y hacen, además, que la relación entre la literatura y la comunicación no se remita únicamente a circunstancias externas. De esta forma, las fronteras entre oralidad y escritura no son tan estrictas como podríamos pensar en un principio, si bien ambas no pueden ser intercambiables. De esta forma, si volvemos a la carta de Aristóteles transcrita por Gelio, observamos que la aparente paradoja de que sus conocimientos acroamáticos, al quedar por escrito, “ni están publicados ni dejan de estarlo”, da cuenta de la sustancial diferencia entre ambas maneras de expresión. La escritura supone un remedio o mal menor para la conservación de la palabra viva, pero no será más que un pálido reflejo de ésta. FRANCISCO GARCÍA JURADO