sábado, 31 de julio de 2010

CUANDO INTENTARON SUSTITUIR LOS TOROS HACE TRES SIGLOS


Las noticias de actualidad no siempre son tan novedosas como pretenden ser. Estos días se han prohibido las corridas de toros en el Parlamento de Cataluña, pero el asunto no es, ni mucho menos, nuevo. Precisamente, me he acordado de un precioso manuscrito miniado que se conserva en la Biblioteca de Palacio, en Madrid, titulado: "Las Parejas." Elegante documento "antitaurino" elaborado en 1781, que ha quedado atenuado ante la fuerza icónica de las series taurinas de Antonio Carnicero y, en especial, de Goya. Por Francisco García Jurado HLGE

Este manuscrito del siglo XVIII, raro ejemplar miniado, a la manera de los manuscritos medievales, fue estudiado por Matilde López Serrano en un documentado libro publicado por la Editorial Patrimonio Nacional (en la imagen), dentro de una serie titulada "Colección Selecta", dedicada a la presentación de algunas joyas bibliográficas depositadas en las bibliotecas de Patrimonio. Este códice en cuestión tiene un interés primordial para la historia del "antitaurinismo", pues, en palabras de la propia López Serrano: "Se trata de las figuras de una gran Cuadrilla o Torneo, festejo hípico ya un poco pasado de moda en el siglo XVIII, pero al que la Casa de Borbón, al establecerse en España, fue ciertamente aficionada, tal vez como reacción a las tradicionales y arraigadas corridas de toros, que debieron parecer festejos atrozmente sanguinarios y crueles, tan distantes de los habituales en las Cortes europeas de la época". Esta faceta antitaurina no dejaba de ser parte del proyecto despótico e ilustrado procedente de Francia y encarnado en la persona de Felipe V, nieto de Luis XIV. Como tantas otras reformas, el intento de terminar con la "barbarie" taurina quedó frustrado por una realidad más compleja. La fiesta de los toros terminó siendo asimilada, por así decirlo, a nuestra peculiar Ilustración hispana, y hoy día las estampas de la época son joyas de coleccionista. De esta forma, es significativo que muchas de las estampas españolas del este siglo, como las de Antonio Carnicero, reproduzcan pormenorizadamente aspectos concretos de la tauromaquia, y que Goya recurra a una suerte de ejercicio histórico o retrospectivo (muy propio de la Ilustración), remontándose precisamente hasta los árabes, al comienzo de su famosa serie de aguafuertes. Goya, por tanto, parte de una suerte de historia de la tauromaquia. El siglo XIX, que en buena parte convirtió a España en mito, fue el siglo estelar de la bibliofilia, que da lugar a subgéneros como de la bibliofilia taurina, propiamente español. En su artículo "De re bibliographica", Menéndez Pelayo reprocha, precisamente, a la bibliofilia de su tiempo, el interés que le presta a temas como la cetrería o la tauromaquia frente a los autores griegos y latinos:

"No ha de negarse que hay hartos bibliófilos (si tal nombre merecen) acreedores a esta y aun a otras más acres y no menos fundadas censuras; y en verdad que se duda a veces entre la risa y la indignación al ver a ciertos acaparadores de libros estimar el mérito de los trabajos del humano ingenio por su mayor o menor escasez en el mercado, despreciando, v. gr., los clásicos griegos y latinos porque se encuentran a toda hora, en cualquier forma y en variedad de ediciones, al paso que dan suma importancia a los libros de jineta, de esgrima, de cetrería, de tauromaquia, de heráldica o de arte de cocina, por raros y difíciles de encontrar en venta. Y produce ciertamente triste impresión la lectura de muchos catálogos bibliográficos, cuyos autores para nada parecen haber tenido en cuenta el valor intrínseco de los libros, fijándose sólo en insignificantes pormenores propios más de un librero que de un erudito."

El tema, naturalmente, es inacabable, pero no está mal que también lo veamos desde una perspectiva un poco más rica. Al menos nos dará materiales para la reflexión, y no sólo para la discusión encendida y visceral. FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE

miércoles, 28 de julio de 2010

PASEO POR NÁPOLES ENTRE VICO Y CROCE


Ahora que nos acercamos al ecuador del verano, vivo con toda la conciencia que me es posible el último viaje a Nápoles, en la primavera. Imagino el calor que hará estos días en la Solfatara, o en la subida al volcán Vesubio. Sin embargo, las ideas de los historiadores más notables de aquella ciudad, Vico y Croce, me sirven de refrescante pasatiempo. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE

El Biaggio dei Librai albergaba discretamente la casa natal de Vico. Así lo recordé felizmente en un blog del pasado mes de marzo. Me gustó ver que esta calle rectilínea y estrecha terminaba fundiéndose con la que lleva el nombre del propio Benedetto Croce, e imagino que no es por casualidad. Así pues, el centro de Nápoles se convierte en escenario real que nos permiten pasear por la continuidad entre dos historiadores que ligaron la Historia a la propia hazaña de la imaginación y la libertad, respectivamente. Uno vivió a caballo del siglo XVII y XVIII, el otro entrel el siglo XIX y el XX, con casi doscientos años de diferencia entre sus nacimientos. Tanto Vico como Croce pasaron casi toda su vida en la misma Nápoles. Croce, además, intervino en la política desde joven, aunque no permitió que su actividad fundamental dejara de ser la Historia. Si Vico es el símbolo de la nueva erudición, Croce encarnó el símbolo de la Italia liberal, sobre todo durante los 20 años de fascismo. Las vidas de ambos fueron largas y creadoras, con una singular coherencia espiritual que los define como pensadores de puro cuño idealista. Para Croce, Vico fue su tema constante de meditación, y de Vico toma la visión de la Historia como una realidad inteligible, como actividad directa del espíritu humano a través de los siglos. Sin embargo, Croce no acepta el transcendentalismo de Vico, sino que se aferra a un concepto meramente humano de la Historia: hay que afirmar la realidad humana de la Historia, pero no debe aceptarse moralmente todo lo sucedido.
En su ensayo sobre Hegel, Croce afirma que la fuerza creciente de la ciencia positiva va a terminar con la superstición que ha atenazado a la realidad. Curiosamente, el gran pensador idealista ensalza la ciencia de los datos y del progreso. Son ideas claramente poderosas que, sobre todo, hoy días siguen emocionándonos. Ya sé que cada persona es como es y que, en palabras de Heráclico, el carácter es el genio del hombre. Por ello, yo no puedo dejar de pensar en estas cosas cuando paseo por Nápoles, a pesar de las motocicletas. FRANCISCO GARCÍA JURADO.

domingo, 25 de julio de 2010

REFLEXIÓN SOBRE EL GRAND TOUR

Esta es la carta de respuesta que envié el otro día a una colega y amiga. Ella me apuntaba en la corrección de un trabajo que debía aclarar lo que era el Grand Tour. No fue tanto la necesidad de hacer esta aclaración, perfectamente comprensible, sino la manera de decírmelo lo que suscitó la respuesta que a continuación reproduzco. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE

"En una de tus notas dices muy airosa,que la mayoría de los mortales no sabemos qué cosa es el Grand Tour.Y a mí se me ocurre, ahora ocioso, en mi gabinete tapizado por obras eruditas del siglo dieciocho, que cómo se puede vivir sin conocer la experiencia más grande que acaso le fue dada vivir a los padres de nuestra moderna ciencia de la Antigüedad remota. Pienso ahora en la tumba de Virgilio, en el olor a azufre de la Solfatara, en el color azul del golfo de Salerno, en leer la Eneida ante el lago Averno. Y todo esto lo siento cuando a veces, sólo a veces, la vida se vuelve un absoluto."

Creo que la fotografía tomada en uno de esos lugares hermosos y míticos del Golfo de Salerno acompaña bien todo lo que aquí hemos querido expresar.

FRANCISCO GARCÍA JURADO