viernes, 25 de diciembre de 2009

PROPALADIA, O LA DIVULGACIÓN DE LO OCULTO

Ayer adquirí en una librería sevillana (Maymen, dedicada sobre todo a restos editoriales), una edición facsímil, con el sello de la Real Academia de la Lengua, de la obra titulada "Propalaria", de Bartolomé Torres Naharro. La obra (cuyo título juega con el verbo de origen latino "propalar", es decir, "divulgar algo oculto"), es muy conocida por los especialistas en literatura española del siglo XVI y por aquellos que estudian la antigua literatura dramática en general, y resulta admirable tanto por su contenido literario en sí como por la preciosa tipografía de la primera mitad del siglo XVI, en particular una edición elaborada en Nápoles en 1517 que puede consultarse ahora en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?portal=41&Ref=9476). Lo anecdótico del asunto, que no lo menos importante, está en el hecho de que esta edición facsímil, encuadernada en símil-piel, a la manera de una pasta española con bellos dorados, sólo me costó cinco euros. El único esfuerzo que supuso fue encontrarla, enterrada literalmente entre los miles de libros (a menudo pura basura) variopintos, caracterizados por sus portadas de colorines. Libros, por lo general, que fueron o pretendiron ser éxitos editoriales, ya caducos, cuya existencia supone una cruel paradoja, pues vuelven a los estantes tras no haber sido vendidos como se esperaba. Entre tanto fracaso editorial, los facsímiles de la Real Academia afloran de vez en cuando como pequeños islotes. El facsímil de Torres Naharro no se concibió para ser un éxito editorial que diera mucho dinero, sino como un servicio para los investigadores. Como luego podréis leer en el texto que a continuación reproduzco, este autor dramático no fue fácilmente accesible, en parte por la escasez de ediciones, que terminaban pasando a formar parte del coto cerrado y exclusivo de los bibliófilos, que no historiadores de la literatura. Emilio Cotarelo, que escribe una interesante reseña a comienzos del siglo XX a propósito de la edición de Torres Naharro preparada por Menéndez Pelayo, denuncia, asimismo, que sólo se hayan impreso ciento cincuenta ejemplares que, sin duda, irán a parar a unas pocas manos. Hoy día, esa misma edición moderna ya es considerada como libro antiguo. No sé qué pensaría don Emilio si hubiera estado ayer en esta librería de dos pisos y hubiera encontrado los tres ejemplares facsímiles de este libro, en su opinión, tan codiciado. Acaso el deseo no es más que una cuestión de tiempo. Os dejo con el texto prometido:

Notas Bibliográficas

Emilio Cotarelo

Bartolomé de Torres Naharro y su "Propaladia," estudio crítico por DON M. MENÉNDEZ y PELAYO, Presidente de la Sociedad de Bibliófilos españoles: Madrid, Imp. de Fe, 1900.-8º, CLIII páginas.

El estudio de los orígenes de nuestro gran teatro nacional es de los que más lenta y penosamente han ido elaborándose en el siglo que ahora termina; no, en verdad, por dificultades inherentes á su contenido histórico, sino por circunstancias meramente externas, relacionadas con la dificultad de reunir las materiales indispensables para tal obra.
No hablemos de dramas litúrgicos, misterios ni moralidades de que aún seguimos en casi total carencia, ni tampoco de farsas góticas, escritas en la primera mitad del siglo XVI, pues aunque hoy, se cuentan algunas docenas, son tan raras y alcanzan tan enorme precio y tal estimación (léase ocultación) éntre los bibliófilos, que excepto algunas pocas, modernamente reimpresas las demás son desconocidas de la generalidad de los aficionados. Y digo que no debemos hablar de tales piezas de teatro, porque aun de los autores más importantes de este período apenas si se sabía otra cosa que lo que D. Leandro Fernández de Moratín dejó consignado en su estimable, y en su tiempo preciosa obra, de los Orígenes del teatro español.
Hasta que en 1893 la Academia Española publicó el teatro completo, ó casi completo, de Juan del Encina, no era posible juzgar con seguro criterio la obra de este patriarca de la escena castellana. La misma Academia había reimpreso antes la rarísima colección de Farsas y églogas de Lucas Fernández, contemporáneo de Encina y de su misma escuela. En 1874 los Bibliófilos Andaluces estamparon por vez primera el Cancionero de Horozco con sus cinco obras dramáticas, de las que, algunos años antes, había impreso tres el Sr. Asensio. Dos mil duros dio el Estado porque el único ejemplar conocido de la Recopilación de Diego Sánchez de Badajoz no fuese á parar al extranjero y así pudieron salvarse para nosotros las 28 piezas dramáticas que contiene, y que luego reimprimió D. Vicente Barrantes. Cuatro años solamente hace que, gracias al inolvidable bibliófilo señor Marqués de la Fuensanta, se vieron reunidas todas las obras que se conocían de Lope de Rueda, y por último, quedan todavía sumidos en el misterio de las primeras ediciones Gil Vicente (1), Yanguas, Timoneda, Alonso de la Vega, Juan de la Cueva, Virués y otros, salvo tal cual obra de alguno de ellos que figura en ciertas colecciones de poco valor científico.
Con semejante penuria de textos comprendese que Cañete no pudiese dar cima ni casi empezar seriamente su Historia, del teatro anterior á Lope de Vega, ofrecida durante más de treinta años. Hoy, aunque la cosa se ha simplificado y facilitado notablemente, todavía, á nuestro juicio, no ha llegado á sazón, debiendo preceder algunas monografías ó estudios parciales de cada uno de los autores como los ya indicados.
Sobre uno de ellos, y el más importante bajo ciertos aspectos, versa el notable trabajo histórico y crítico con que el Sr. Menéndez y Pelayo, practicando aquel consejo del sabio que mandaba interpolar, con el principal, trabajos de índole diversa, á fin de que el uno fuera descanso del otro, acaba de enriquecer la historia de nuestra primitiva escena.
También Bartolomé de Torres Naharro era autor casi inédito hasta hace algunas años, pues aunque sus comedias fueron varias veces impresas durante el siglo XVI, habían llegado á un punto tal de rareza, que, al menos en ediciones completas y no expurgadas, era sumamente difícil poder leerle.

Moratín primero y Bóhl de Faber luego, imprimieron (con supresiones) cuatro de las obras cómicas de Naharro; todavía quedaban, sin contar el Auto del Nacimiento, otras cuatro comedias que no fueron impresas hasta 1880, en que D. Manuel Cañete empezó la edición esmerada á que pone hoy fin y sello nuestro siempre grande é incomparable maestro Menéndez y Pelayo.
Cañete, que publicó, como va dicho, el tomo primero de los dos que en esta edición habían de tener las obras de Naharro, ofreció para el segundo el estudio biográfico y crítico del poeta; pero, sin duda á causa de las dificultades de la empresa, fue abandonándola poco á poco, hasta que once años después le sobrecogió la muerte sin llevarla á cabo.
Hoy la realiza el Sr. Menéndez y Pelayo, y de modo, tal, que juzgo que si la parte biográfica puede recibir, y recibirá probablemente, nuevas adiciones el día menos pensado, porque los archivos parece que en estos últimos años han dado en manifestarse pródigos de sus tesoros, compensando con usura su antigua esquivez (quizá porque hasta ahora no fueron debidamente solicitados), especialmente en lo relativo al teatro del siglo XVI, en cuanto á la apreciación estética de las obras de Naharro y al puesto histórico que al, autor señala Menéndez y Pelayo, creemos que puede considerarse definitivo, al menos mientras el gusto en materias de arte no cambie radicalmente.
Sólo una cosa censurable hallamos en esta publicación (censura que no reza en modo alguno con el autor del Estudio sobre Naharro) , y es la escasa tirada que se ha hecho de tan excelente obra. Menéndez y Pela yo, que fue de los primeros (también el ínclito Marqués de Valmar) que lograron hacer amenos y atractivos los estudios de erudición, no debe estar condenado á que sus libros sean raros desde el principio: lo que debe procurarse es que sean baratos, para que lleguen á todas partes, y con 350 ejemplares, repartidos en el acto entre los devotos del Maestro, no se va muy lejos. Hay muchos bibliófilos que lo son al revés ó por antífrasis. Parece natural que las sociedades que se crean con igual dictado no lo sean para hacer más raros los libros; sino, al contrario, para reimprimir los libros raros y buenos á fin de que dejen de serio. Todo esto sin que de cuando en cuando no deba reimprimirse alguna obra de poco valor intrínseco, aunque singular por otras razones. Pero de una colección de Torres Naharro y con estudio preliminar de Menéndez y Pelayo, ¿por qué no han de tirarse miles de ejemplares? ¿Es que en España no se estudia literatura española en varias Facultades, ó se estudia sólo para no volver á hablar de ella en lo sucesivo?
Pero dejando estas consideraciones, debemos ya dar una idea del trabajo del insigne Director de la Biblioteca Nacional. Va dividido en dos partes principales, estudiándose en la primera la persona del autor en relación con la época gloriosa para España en que tuvo la suerte de vivir. Menéndez y Pelayo traza vigorosas semblanzas de algunos personajes amigos y protectores de Naharro, tales como el Cardenal D. Bernardino Carvajal, su paisano; el primer Duque de Nájera, D. Pedro Manrique de Lara; el General pontificio Fabricio Colonna, y su yerno el invicto D. Fernando Dávalos, Marques de Pescara.
Descríbese también la solemne ocasión en que hubo de representarse en la Corte papal y ante León X una de las obras de Naharro, la Comedia Trofea, cuando la suntuosa embajada de Tristán de Acuña en nombre del Rey D. Manuel de Portugal á fin de entregar al Pontífice las primicias de los frutos traídos de la India oriental.
Estúdianse igualmente en esta parte las poesías líricas de Naharro, que no descolló mucho en este género de composiciones, si se exceptúa la singular importancia que tiene como satírico, y termina con algunas disquisiciones erudita y críticas acerca de la prohibición parcial que á mediados del siglo XVI, es decir, cuando ya iban hechas seis ediciones, sufrió la Propaladia, á fin de que en adelante no pueda ya decirse que la tal prohibición fue causa de que Naharro no fuese más popular entre nosotros.
Más interesante y curiosa es aún la segunda parte del estudio del Sr. Menéndez y Pelayo, destinada al examen analítico y de conjunto de las ocho comedias que se conservan del famoso autor extremeño. Empezando por las doctrinas de estética y preceptiva dramáticas contenidas en el proemio de la Propaladia, en que son de notar algunas cosas, como la división que Naharro hace de la comedia en idealista y realista (que él llama comedias a fantasía y comedias á noticia), entra el Sr. Menéndez y Pelayo de lleno en el juicio de las obras de teatro, fijando desde luego la parte que en ellas pueda haber de imitación italiana.
Del estudio comparativo resulta Naharro mucho más original que otros dramáticos nuestros de época posterior (Rueda, por ejemplo), Pudo tomar tipos ó caracteres, como el de fraile hipócrita, en muy reducido número, porque la mayor parte de sus personajes son de los que él veía diariamente en las plazas de Roma ó en las antesalas y tinelos de los Obispos y Cardenales. Con tales figuras y otras que son de seguro creación de su mente, teje Naharro la urdimbre de sus comedias, derramando las sales cómicas, no siempre del mejor gusto, en un estilo y poesía muy adecuados al asunto.
Entre todas las comedias del extremeño sobresale una, la Himenea, que, á no constar de un modo positivo su autenticidad, pudiera ,creérsela escrita setenta ó más años después. Es la comedia de capa y espada tal como la entendió y desarrolló Lope de Vega y nadie más hasta él. El Sr. Menéndez y Pelayo consagra á esta linda obra ,párrafos de gran sustancia y belleza, así como los finales que dedica al resumen crítico y á la influencia, por desgracia no tan inmediata y eficaz como merecía, que ejerció la escuela de Torres Naharro en el curso de nuestra escena.
Si el insigne Académico, para descansar de ,sus grandes trabajos de ilustrador de Lope de Vega y ordenador de la ya célebre Antología de nuestra lírica, se decide á reimprimir algún otro dramático de los Orígenes (Timoneda, por ejemplo), satisfará otro de los grandes deseos de los aficionados á esta clase de estudios.

EMILIO COTARELO.


Madrid 1.° dé Julio de 1900.

(1) De Gil Vicente se hicieran en el presente siglo dos ediciones; pero por circunstancias especiales, una de ellas al menos no circuló en el comercio, de modo que las abras de aquel insigne poeta san muy raras aun en el mismo Portugal.

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FICHA: Bartolomé de Torres Naharro y su Propaladia, estudio crítico por Don M. Menéndez y Pelayo...Madrid, Imp. de Fe, 1900 : notas bibliográficas / Emilio Cotarelo. - P. 559-562 ; 24 cm
En : Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. - Madrid : Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. -Tercera época.. - T. IV (1900), p. 559-562


FRANCISCO GARCÍA JURADO
H.L.G.E.