domingo, 8 de marzo de 2009

DEJAD A LOS POETAS SER ELLOS MISMOS


A medida que pasa el tiempo me cansan cada vez más aquellos individuos que pretenden justificar su existencia imponiéndose sobre los demás e imponiendo sus criterios mediante la descalificación de aquello que no controlan. Están por todas partes, en la política, la religión, el trabajo, la enseñanza... y no paran de nacer. Odian la diversidad, que ellos llaman caos, y no entienden las relaciones simétricas con los demás, mediante la aplicación de la terrible norma de que si no estás con ellos estás en su contra. El ámbito en que me muevo, la universidad, es un lugar abonado para estos nuevos inquisidores o comisarios políticos. Hoy me he acordado, a propósito de ellos, de unos versos conmovedores escritos por el poeta Ossip Mandelstan, inspirados precisamente en Ovidio. Cuando paseamos por las calles de Petersburgo, en especial por los lugares que mejor reflejan los años veinte y treinta del siglo XX, no podemos dejar de preguntarnos qué fue lo que pasó para que todo aquello desapareciera, cómo se barrió, en aras de un mundo "nuevo", un mundo tan rico y personal de individuos irrepetibles.


Si el libro titulado Tristia sólo supone el comienzo de la identificación de Mandelstam con el poeta romano, la primera parte de los Cuadernos de Voronezh, escritos ya como experiencia del exilio real, en la década de los años treinta, son el resultado de una suerte de vivencia equivalente a la obra del exilio ovidiana, si bien desde unas claves poéticas propias. En todo caso, no es esperable una mera imitación por parte de Mandelstam, sino una expresión de su experiencia vertida a un lenguaje moderno donde se implican otras voces de la historia literaria, como la de Dante, Gógol o Pushkin, sin que falte, a veces puntualmente, la del propio Ovidio, como vemos en estos versos:

Privándome del mar, del vuelo y del correr,
y dando al pie el apoyo de una tierra herida,
¿qué habéis logrado? Excelente cálculo:
no podréis arrancar mis labios trémulos.

Mayo de 1935[1]

Los versos del poeta latino, muy cercanos, no podían ser otros que estos que cito a continuación en su versión original y castellana:

en ego, cum caream patria vobisque domoque,
raptaque sint, adimi quae potuere mihi,
ingenio tamen ipse meo comitorque fruorque;
Caesar in hoc potuit iuris habere nihil. (Ov. Tr. iii 7 45-48)

Versos inmortales que me atevo a traducir de la manera siguiente:


«heme aquí, aunque privado de mi patria, de vosotros y de mi casa,
y aunque se me ha arrebatado todo cuanto quitarme se pudo,
sigo acompañado, sin embargo, de mi ingenio y de él disfruto;
ningún derecho pudo el César tener sobre él.»


Este breve poema de Mandelstam, según expone García Gabaldón,[2] constituye una doble alusión tanto a los Tristia de Ovidio como a los del propio Mandelstam. La primera persona del poema ha fundido magistralmente las dos voces poéticas: la máscara del poeta latino, pero también la propia máscara que el poeta ruso ha creado a partir de sí mismo. Mandelstam ha logrado el encuentro complejo de su poesía con la figura y el texto de Ovidio y ha creado su propia tradición poética moderna, paradójicamente, a partir de Ovidio.

Hay quien no aceptará ni tan siquiera que yo estudie estas cosas que, por cierto, ha publicado una prestigiosa revista científica dirigida por una profesor de la Sapienza de Roma. Antes pensaba que no hacía daño a nadie, pero se ve que sí, que pensar por uno mismo es algo que molesta mucho, y más de lo que pudiéramos creer.


Francisco García Jurado

H.L.G.E.



[1] Osip Mandelstam, Cuadernos de Voronezh. Prólogo de Anna Ajmátova. Traducción y epílogo de Jesús García Gabaldón, Tarragona, Igitur, 1999, p. 40.
[2] Epílogo a los ya citados Cuadernos de Voronezh (p. 177).

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